Crónica de una muerte anunciada, Pewdiepie vs Tseries

Corría el año 2019, lo recuerdo perfectamente. Yo estaba acostado en mi cama, viendo el contador de suscriptores que confrontaba al youtuber Pewdiepie y al canal del corporativo multimedia bolivudense T-series. Por si no lo recuerdan, en ese año ambos canales se disputaban el título del primer canal en Youtube en alcanzar los 100 millones de suscriptores. 

Por un lado, Pewdiepie representando ese lado [y época] desenfadado, libre y democrático de Youtube. Por el otro, T-series, representando ese lado corporativista, hipercapitalizado y estandarizador de Youtube. 

¿Tuvo Pewdiepie oportunidad de ganar esa carrera? ¿Tuvimos nosotros, usuarios, oportunidad de oponer resistencia ante la algoritmización, estandarización, de Youtube? Yo creo que lamentablemente no. 

Y es que esta batalla no fue un un mero meme banal de internet, sino marcó un antes y un después para Youtube y la manera en que habitamos el ciberespacio que, de no ser por el presentismo propio de nuestra condición  posmoderna, habría alcanzado el status de Acontecimiento. 

Aún recuerdo mis primeros contactos con Internet, allá por inicios de los 2010's (tomando en cuenta la historia de Internet en su conjunto, creo que entré tardíamente a internet), las primeras veces que navegaba en Google, cuando abrí mi cuenta de Facebook, y las primeras veces que entré a Youtube. El contenido era rústico, sencillo, y muy grosero en muchas ocasiones, pero era honesto: sólo gente expresándose, expresando sus gustos, ideas, sentimientos, con una libertad que rara vez podía verse en la escena pública. 

Los primeros youtubers (estoy hablando de los que surgieron en el periodo entre 2007 al 2013) , las primeras personas que alcanzaban el estatus de celebridad en este medio naciente, tenían este espíritu de libertad de expresión, y de empatía hacia la gente a través de gustos y, en un primer momento, también porque a diferencia de las celebridades tradicionales (de cine, televisión, y rockstars, que contaban con miles de dólares en producción de imagen y simulación de sus  personalidades) los youtubers eran más reales, se sentían más reales, sentías que el tipo o tipa tras la pantalla podía perfectamente ser tu compañero de clase, piso o trabajo, ese amigo que siempre te hacía reír o pasar un buen rato. Si bien todos mostraban versiones más exageradas de algún rasgo de sus personalidades si eran menos artificiosos que las celebridades tradicionales, incluso esas muletillas, sobreexpresiones, malas actuaciones (en el caso de los que subían esketches) les daban ese toque de imperfección que hacía que empatizaras con ellos: no eran dioses perfectos creados por la maquinaria de la sociedad del espectáculo debordiana, eran seres humanos, imperfectos. Sin embargo esta libertad y esta honesta expresión se esfumaron en cuanto aparecieron. 

Durante la década del 2010, la monetización de los videos que se subían a Youtube se volvió más común, lo que significó un estímulo para los creadores de contenido pero también una cierta alienación de éstos para con sus mecenas, que por lo regular eran el mismo Google-Youtube o también existieron las Networks como Machinima que se dedicaba a subir y promocionar contenido sobre videojuegos (principalmente gameplays). Con el mecenazgo de los creadores de contenido con empresas, el contenido subía de calidad técnica, y en ocasiones también de calidad de contenido, como fué el caso de Smosh, que pasaron de subir videos en 420p de ellos bailando chuscamente el tema de mortal kombat a contar con un crew entero de actores para sus sketches. Pero también esto trajo una estandarización en el contenido, el algoritmo de youtube se iba sofisticando y adaptando a las necesidades de los clientes (las empresas que se anunciaban en dicha plataforma), que también implicó una estandarización de la personalidad y la identidad: ser gamer, otaku, y sobrerreaccionar se volvieron la norma, y toda esa empatía generada por diferir de las celebridades tradicionales se fue instrumentalizando, estandarizando, de manera que para la mitad de la década, los nuevos youtubers e influencers que surgían parecían una extraña mezcla entre un youtuber clásico y un presentador de televisión amateur. 

Aunado a esto, el adpocalipse del 2017 agravó la situación de alienación y estandarización en la plataforma. El adpocalipse fue un biocot y retirada de empresas anunciante de Youtube tras una masiva infracción de normas por parte de muchos creadores de contenido, entre ellos Pewdiepie, quien para ese entonces era el youtuber (clásico, desde 2006) con más suscriptores en la plataforma. 

Hay que decir algo, Pewdiepie no es una blanca palomita, y siendo sincero la cagó muy fuerte con los mensajes antisemitas que pagó a unos hindús para poner en unos carteles, además de soltar comentarios racistas de vez en cuando, lo cual nos hace cuestionar sobre la libertad de expresión en internet, pero eso no es el asunto que estamos tratando. Si bien estoy de acuerdo en cortar ciertas libertades para una sana convivencia y evitar la propagación de discursos de odio, ¿Qué libertad quedaba para cortar en aquel entonces? La estandarización de contenidos y personalidades, la algoritmización con miras a la satisfacción de los intereses del capital... esa libertad que había en los primeros años de la plataforma simplemente ya era inexistente. 

Luego del primer adpocalipse las normas (restricciones) en Youtube no hicieron sino agudizarse, creando el concepto de lo family friendly, contenido apto para toda la familia. ¿Es el contenido family freindly por sí mismo malo? no, pero creo que la imposición de este tipo de contenido corta injustamente una libertad antes corriente: la libertad de decir groserías y tratar temas sensibles de la manera en que el creador lo quisiera, esto es toda una discusión sobre la libertad de expresión en la que no ahondaré en este blog. 

Vuelvo a la pregunta ¿Se pudo hacer algo para evitar esta privación de libertades? ¿Se podía de alguna manera garantizar estas libertades en un principio? Hablar de una garantía en términos jurídicos en internet y a mediados de los 2000 es complicado, ya que dado la naturaleza descentralizada y desterritorializada de internet es difícil aplicar categorías jurídicas clásicas, y hablar de una resistencia en términos políticos es también complicado, puesto que los usuarios provienen de muchas partes no sólo de un país, sino del mundo entero y organizar masas enteras para una manifestación en esas condiciones es complicado, además que las masas consumidoras de contenido en línea por lo general están despolitizadas, así como los creadores. 

Además, tanto Youtube, Google y demás compañías de redes sociales fueron creadas en medio apogeo del triunfo del neoliberalismo y la economía de mercado (que luego devendría en capitalismo de plataformas) así que, hablar de un internet realmente democrático y libre es complicado bajo estas condiciones, dado que, técnicamente hablando, internet tenía el potencial de ser el medio de expresión y comunicación absoluto, libre de las ataduras de un sistema corrupto, donde la creatividad y la fraternidad fluyeran libremente y, tal vez, esa creatividad y fraternidad trascendiera el mundo cibernético y se expresara en nuestras vidas cotidianas y realidades políticas. 

🌑 Starless dream 🌑

Comentarios

  1. Muy interesante cuestión. Retomo tu penúltimo párrafo: ¿qué garantía tendríamos de regulación jurídica debería ser la pertinente? Creo que ahondar en la libertad sí venía al caso. Por un lado, la censura de las corporaciones buscaron activamente regular un contenido porque, según ellos, el contenido original atentaba contra lo 'mainstream', lo 'públicamente aceptado'. ¿Pero qué es eso? ¿De qué depende, si el creador es libre de hacer los videos a su estilo? Por supuesto que la libertad no significa la indeterminación, o la disposición de múltiples determinaciones a la vez (aquello es en realidad imposible). Lo pienso como Fichte, la libertad es a grandes rasgos el derecho a la autodeterminación. Pero solo podemos autodeterminarnos en una sola dirección, de lo contrario, no podríamos ser concretos en nuestros objeto de deseo/objetivos a alcanzar. ¿Pero quién dice dónde está el límite? ¿No es verdad que si dijéramos que deseamos ejercer conductas antisociales, censuraríamos y hasta castigaríamos tales objetos de deseo y objetivos? Sin ir tan al extremo, el símil anterior fue para indicar que sí hay restricciones al momento de plantear el uso de nuestra libertad, pero aquí conecto con tu preocupación del texto: ¿en verdad valía la pena añadir restricciones al contenido generado en antaño solo para convertirlo más en una mercancía y menos en un producto original? al final de cuentas, eran solo videos. Y diré que eran solo videos para indicar que en realidad en ninguno de ellos, o no los que pegaban para con el público internauta, incitaban al odio o hacían llamado explícito a la violencia/discriminación. Debemos notar que es verdad, antes se hacían chistes y bromas más hirientes de lo que hoy se hacen. Pero en verdad todos sabían que era una broma. Todos entendían de dónde y hacia donde se dirigía ese tipo de contenido. ¿Entonces, valió la pena? Depende a quién le preguntes. Si le preguntas a la audiencia de Youtube de huesos colorados, te dirá que extrañan con suprema nostalgia los viejos tiempos del W2morro Crew, de No Me Revientes, del Luisito pre viajes, de AlexStrecci, etc., y que de cierto modo algo elemental de esos tiempos ya se fue, que 'ya nada es como antes'. Pienso que es parte del cómo percibíamos todo en ese momento. Nosotros, generación 2010 en Youtube y redes. Creo que a veces extrañamos la inocencia y elementos propios de nuestra edad más que al contenido en sí, porque revisitándolo hoy en día me encuentro que muchas veces era genuinamente malo. Pero como dices, de eso se trataba, era, por lo menos, original. Humano. Si le preguntas a la corporación, te dirán que fue la mejor decisión que pudieron haber tomado para el internet, que, carajo, ¡reinventaron el algoritmo!, ¡que por fin llegamos al público masivo! well... sí, pero el costo fue la estandarización. ¿Valió la pena? pues a lo mejor hay que aceptar que perdimos para siempre un estadio dorado del internet. Pero, hey, fuimos espectadores de esos momentos. Al menos yo lo fui, tú también lo fuiste. Podremos recordar esos inicios. Y nada ni nadie podrá arrebatarnos eso.

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