El Derecho ha muerto en la facultad de derecho


[Recuperado de un artículo publicado en una revista independiente llamada "¿Por qué?", datada del 30 de mayo de 1969]

Por: Jorge Larrea Bravo

El viernes nueve de mayo ha de pasar a la historia universitaria como una de las fechas más funestas de que se tenga memoria. La Escuela de Jurisprudencia -ese sagrado recinto en cuyas aulas se enseña que el derecho debe ser el amo del Universo- se vió convulsionada de nueva cuenta por la acción grotesca y malvada de quienes creen que las injurias, los golpes y el escarnio personal son los únicos medios de que debe disponerse para justificar la paga recibida subrepticiamente, los mezquinos intereses que los mueven, o, en último caso, la carencia absoluta de academicismo o, al menos, dignidad universitaria elemental. 

La historia que motiva el presente comentario comenzó el pasado mes de abril, cuando los grupos políticamente activos de la generación 67 de abogados se pusieron de acuerdo para llevar a efecto las tradicionales elecciones para la designación de su comité ejecutivo. A nadie escapa el hecho de que, en la mayoría de los casos, tanto las elecciones como los candidatos son manejados por la dirección juvenil del PRI, dentro de su conocido programa de proselitismo e incorporación de masas en los ámbitos escolares de enseñanza media y superior. Ello conduce a la conclusión de que la celebración de tales actos constituye una abierta y desmedida intromisión de las fuerzas priístas dentro de la vida política de los estudiantes, dado qu ecada contendiente procura afianzar su "boleto" con algún Grande del Partido Oficial, a fin de asegurar su triunfo electoral. Las "grillas" y las "tenebras"   que a continuación se desarrollan son de tal suerte denigrantes y venenosas que se siente que la corrupción oficial se apodera súbitamente de las escuelas para evitar todo tipo de intentos depuradores. En una palabra: elecciones siempre han significado antidemocracia y corrupción al servicio del "enboletamiento" del que resulte ser el más hábil, no para obtener un triunfo democrático incuestionable, sino para controlar las más oscuras transas y maniobrillas, en un divorcio absoluto del sentir general, siempre en detrimento de del avance de la libertad y la democracia, no sólo en la Universidad, sino en el país por entero. Téngase por seguro que el "triunfador" habráse conseguido, sin lugar a dudas, una amplia felicitación de los jerarcas del partido, y la obtención garantizada de algún puesto político de importancia. 

El Movimiento Estudiantil del Verano de 1968 repudió todas estas farsas. Se idearon nuevas formas de organización política estudiantil. Se vio -pues la experiencia así lo exhibió- que la única manera de hacer efectiva la democracia dentro de las escuelas era la realización de asambleas, en las que la base de todo era incorporada al actuar político, y la presencia de y participación individuales eran importantísimas. La enseñanza de la gran revolución estudiantil fue que los esfuerzos de del dicho asambleismo deberían ser encauzados y coordinados -nunca controlados y dirigidos por autocráticamente- por un comité central, que ha dado en denominarse "de lucha", en virtud de las circunstancias antitéticas en que se encuentran colocados el Estado y los estudiantes. Y así operó el sistema hasta la primera semana de mayo, en que el gobierno decidió que ya no estaba dispuesto a permitir por más tiempo que se relegase indefinidamente de las direcciones políticas escolares a sus agentes y representantes. Para tales efectos, y pretendiendo ignorar la importancia de los sucesos de de 1968, lanzó su primer ataque para dar el resquiescat in pacem a los comités de lucha y al espíritu revolucionario y libre, y colocar de nueva cuenta a sus esbirros en la noble y actualmente deformada labor de representación estudiantil. 

La acción primera dióse en la Facultad de Derecho. La campaña electoral -bajo las tradicionales y obsoletas condiciones arriba descritas- convirtió a la vieja escuela en una verdadera feria pueblerina donde las paredes se convirtien en vulgares exhibidores de carteles, pancartas y dibujos de publicidad. Los volantes y cartulinas que anunciaban los nombres de los candidatos cubrieron por completo todas las paredes, el piso, el techo, los pizarrones, el reloj principal, las puertas y las columnas forradas de madera fina. Y en este entretenimiento se empleó engrudo, cola y además substancias evidentemente destructoras. A nadie se le ocurrió fijar tales cartelones con una modesta cinta de pgar "Scotch" que ningún daño hubiese causado a la fisonomía arquitecctónica del plantel. 

Ante tales incidencias y peligros, el Comité de Lucha de la Facultad se manifestó públicamente en contra de la verificación del acto electoral, aduciendo el ya conocido argumento de que hay que evitar a todo trance la intromisión del PRI en nuestras escuelas. Sin embargo, en un gesto de la más pura gallardía, se invitó a los candidatos a dialogar y debatir públicamente: que ellos expusieron sus razones para llegar a un arreglo conveniente y caballeroso. Pero nadie acudió. ¿Cuando el PRI ha conocido siquiera la palabra bizarría? Así las cosas, se llegó el día señalado para la realización de las elecciones. Por la mañana, aunque desprovisto de incidentes violentos, el ambiente se palpaba tenso y peligroso debido a la presencia de numerosos grupos de choque acarreados con el fin de proteger las ánforas, así como las casillas electorales. Olía a gorila. 

.....Pero el turno vespertino fue el testigo, a la vez que el actor, del drama provocado por los enemigos del Movimiento Estudiantil. Las elecciones desarrollábanse entre pequeñas provocaciones semiviolentas (los grupos  "proelecciones" trataban de arrebatar el equipo de sonido empleado por el comité de lucha para desprestigiar los "sufragios"; de igual manera despojaban de los volantes adversos a quienes se entragaban a la tarea de repartirlos entre sus compañeros), en el interior de la Facultad, al tiempo en que en la explanada de la Escuela de Ciencias Políticas se efectuaba un mitin en repudio a la presencia de Nelson Rockefeller en México. A poco de iniciado el acto multitudinario de protesta, alguien señaló que la farsa oficialista se estaba poderando de la Facultad de Derecho, e invitó a todos los presentes para que se trasladasen a la parte posterior de dicha escuela y presentar una protesta ordenada pero enérgica por el carnaval electoral. De ahí, continuaría el contingente por el resto de la Universidad para pedir el apoyo a las protestas. A su llegada a Derecho, los musculosos guardianes de las urnas creyéndose agredidos por "gente extraña a la Facultad", y se aprestaron para iniciar lo que ellos llaman la "defensa de su escuela", exaltando un regionalismo absurdo que hoy ya no cabe en las actuales circunstancias de la Universitarias pues el pasado movimiento convirtió a todos los estudiantes en un solo bloque compacto y solidario, independientemente de su escuela de procedencia. Los integrantes de la manifestación fueron recibidos a botellazos, garrotazos y demás golpes propinados con todo género de proyectiles que encontraban a la mano. Ante tan inusitada y alevosa agresión, los ofendidos buscaron su posición defensiva y como pudieron repelieron el ataque. En esos momentos era ya una muchedumbre enardecida que dificilmente podía controlarse. En medio de la confusión, alguien apedreó las ventanas del salón en que se encontraban las urnas y rompío tres cristales. En segundos, la batalla se generalizó y la violencia y los encuentros personales dufundíanse por toda la escuela. 

Finalmente, y después de dos horas de combate, dos balazos, varios heridos y lesionados, algunos intentos de incendiar la dirección de la escuela, y ciento treinta y cinco mil mentadas de madre, hizo su aparición conciliadora el secretario particular del rector, y lo logró, no sin esfuerzos y riesgos, que la tregua se estableciera y se enfriaran un poco los ánimos de los ya averiados contendientes. Para entonces, los "valientes defensores de la escuela" -del edificio viejo e intrascendente- ya habían preparado un acta en la que se hacía una relación pormenorizada de los hechos, de los daños y de los "directamente responsables", que en su mayoría eran del Comité de Lucha. Ese documento estaba destinado a ser presentado ante el Tribunal Universitario, o, quizá ante autoridades del fuero común. 

Las fuerzas de la perversión habían logrado su objetivo. Todos cayeron en la proocación priista, haciéndole involuntariamente el juego al gobierno en su deseo de propiciar la violencia para precipitar la divisióon entre las filas estudiantiles revolucionarias. La iniquidad llegó al grado de incitar a la traición, pues dióse el caso de algunos que siendo integrantes del Comité, firmaron el acta mencionada, avalando con ello el dicho de los jilgueros del PRI, y de los enemigos del Movimiento, acusando además -y esto es lo más grave- a sus antiguos compañeros de lucha. Pero esto es explicable. Fueron casos de victimización a base de coacciones y amenazas, quizá muy veladas, pero contundentes en definitiva: la firma o la cárcel. 

Se ha dicho que el boicot a unas elecciones, por muy espurias que éstas sean, constituye un acto de antidemocracia. Y efectivamente lo es. Pero si entendemos a la lógica matematicista, obtendremos que negativo por negativo es igual a positivo. Así, antidemocracia (boicot) por antidemocracia (elecciones priistas) es igual a democracia. Y éste es el objetivo fundamental del Movimiento Estudiantil. Por otra parte, también se ha especulado -y con ello la opinión pública quizá se haya desorientado- que los que acaban con estos actos  electorales son unos "tiernos émulos" de los granaderos que acaban con las manifestaciones. Empero, cabe preguntar: ¿Sería posibe identificar a un contingente de jóvenes universitarios, plenos de ideales de justicia, depuración y libertad con un batallón de policias, en su mayoría iletrados, que actúan conforme al criterio burocrático y militaroide que les imponen sus superiores? La respuesta es obvia. Y es que una situación es clarísima: la actual generación se ve hundida en el hartazgo frente a la corrupción y la injusticia que paulatinamente ha venido bacterizando nuestro sistema socio-político. Un incidente, quizá chusco, pero que pácticamente denota la terrible inconformidad juvenil es el siguiente: entre el fragor de la batalla, cuando los revolucionarios hacían su incursión hacia los terrenos del enemigo (alrededor de las casillas, en el primer piso), se escuchó un grito destemplado y electrizante de alguien que llevaba un garrote en la mano. "¡Quiero ver este palo bañado con sangre priista!"

...La contienda no terminó con la redacción y firma del acta condenatoria. El lunes siguiente por la mañana, los afectados por la suspención de las elecciones y el desvanecimiento de la farsa pseudo-democrática, protestando enérgicamente por la "depredación y lapidación de su venerada escuela"-olvidando quizá la feria devastadora de los carteles publicitarios y por la "intervención de gente extraña a la Facultad"-ignorando la presencia del PRI tan antiuniversitario en la vida política estudiantil-, se armaron de una tijeras humillantes y se hicieron acompañar por más de sesenta golpeadores a sueldo para vengarse de todos los miembros del Comité de Lucha por los sucesos del viernes anterior. Ese fue el pretexto. La realidad es que la represalia se daba en virtud de la participación activa del movimiento estudiantil de todos esos elementos, pues hubo algunos victimados que ni siquiera habían estado presentes en la refriega, y que sin embargo cayeron en poder de la mencionada "columna punitiva", perdiendo en ello su cabellera y recibiendo golpes y patadas en uno de los actos más indignos que pueden producirse dentro de la Universidad. 

¿Dónde ha quedado el imperio del Derecho? ¿Por qué se violan tan impunemente los más elementales derechos de la dignidad humana? 

Es urgente que las autoridades universitarias-y en particular las de las escuela conmocionada- (si están realmente al servicio de la institución) pongan coto de inmediato a tan anómalas situaciones y procuren cuanto antes evitar que los vándalos hagan de las suyas, violando incluso el orden jurídico común y sin más obstáculo que la indignación impotente de la generalidad de los estudiantes. Poco a poco la Universidad se hunde en un abismo gracias a la acción corrosiva de las fuerzas ajenas a ella, y todo, aparentemente, con el beneplácito de quienes están obligados a hacer cumplir las normas jurídicas universitarias que, hoy por hoy, no se cumplen ni en la Facultad de Derecho. 









 



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