Xenogothic (Matt Colquhoun) - Atravesando el flatline, sobre Palestina en el ciberespacio

[Texto traducido y reblogueado con el consentimiento de su autor, visita el original dando click aquí]  


William Gibson, Count Zero: 

-´OK´ -dijo Bobby, dándose cuenta- ´¿Entonces qué es la matrix? Si ella es una plataforma y Danbala un programa, ¿Qué es el ciberespacio? 

-´El mundo´ -dijo Lucas


Mark Fisher, Constructos flatline:

"Si el ciberespacio es el mundo, entonces... ¿qué es el mundo?

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Ni conectados, ni desconectados. No más "tocar pasto". A pesar de lo que siguen diciéndonos, no hay trascendencia entre un dominio o el otro. 

"Tocar pasto" es la jerga de internet que se refiere a desconectarse, que ha sido movida del entorno digital al entorno físico, tal como se lee en redes sociales. Es una de las varias instancias donde ignoramos la inseparabilidad de estos dos "mundos", incluso en el acto de dibujar una línea rígida entre ellos. 

Lo sabemos, aunque no nos guste reconocerlo. Sabemos la superficial ironía de ser capaz de comprar El Capital de Karl Marx y que Amazon te lo entregue al día siguiente. Conocemos los estúpidos comentarios que se hacen sobre nuestras críticas a la sociedad y nuestra participación en ella. Sabemos que Mark Fisher lo aborda en repetidas ocaciones. 

Pero no estamos atrapados aquí, ni siquiera Fisher lo creía así. A él no le interesaba tanto el hecho fácilmente observable de que el capitalismo es indiferente al contenido de lo que circula -todo lo que le preocupa al Capital es esta perpetua circulación. Lo que en realidad le interesaba era era el hecho de que no todas las cosas que el capital cirula le pertenecen "por defecto" al capitalismo. No todos los productos del capitalismo le pertenecen ni actúan en su propio interés. Algunas cosas producidas por nuestro sistema capitalista tiene consecuencias para el propio sistema que éste no puede prever ni contener fácilmente. Fisher, entonces, estaba interesado en las indecibles zonas intermedias del "aún-no", y en maniobrar en este espacio políticamente para impulsar nuevas formas de libertad o, como él decía, alinearse con los "deseos postcapitalistas". 

Esta situación no sólo afecta a las ideas o a las mercancías, entendidas rudimentariamente como objetos, sino también a las personas o, más específicamente, a los modos de subjetividad.

El más obvio de estos modos -en términos del pánico moral particularmente revelador de Occidente- puede ser la gente trans: aquellos individuos  que hacen caso omiso de los límites guardados de la biotecnología centenaria para secuestrar hebras mutantes de conocimiento endocrinológico en línea con su propia agencia y deseos, contradiciendo -incluso excediendo- la insistencia de la cadena significante que conocemos como "realismo capitalista". 

Pero el que es mucho más apremiante, en el contexto en el que nos encontramos, son las mutaciones radicales de los cuerpos negros y marrones; y los diversos modos de subjetividad entendidos a través de una lente racializada, que también existe en este mismo paradigma capitalista y son producto de él, pero que también lo superan. 

Podemos señalar una decepcionante reescritura de la historia aquí a la luz de la primera edición "oficial" de la tesis doctoral de Mark Fisher, escrita cuando aún era estudiante en la universidad de Warwick y miembro del acelerador para-académico conocido como la Unidad de Investigación de Cultura Cibernética (CCRU). 

Hoy en día, el CCRU [la lectura de sus textos y su interpretación] está demasiado sumido en una inadecuada y totalizadora blanquitud. Esto es sin duda el resultado de la apropiación de los supremacistas blancos de la obra de Nick Land, reclamándola como propia de su ideología, algo que varios en la izquierda les han permitido hacer; ya que ninguno de los dos bandos de la división política hace ningún intento por comprender a profundidad la obra de Land y el contexto en la que surgió. 

No olvidemos que el primer ensayo recogido en el Fanged Noumena de Land argumenta de forma condenatoria que el pensamiento de la Ilustración -y su estrecha relación con el patriarcado, el supremacismo blanco, el entendimiento familiar-chauvinista de la "Razón" que compartimenta la excelencia europea al tiempo que aliena a todos los que viven de otra manera- encuentra su conclusión lógica en la Sudáfrica del apartheid. 

No olvidemos la atención que pone Fisher en su tesis doctoral al entrelazamiento -no es metáfora- entre la cibernética y las prácticas vodoo haitianas  en las novelas de Gilliam Gibson. Aquí Fisher estaba interesado en la proliferación simultánea de hechicerías capitalistas y anticapitalistas, ya que ambas hacen uso de los mismos materiales, tema al que volvería años después en el ensayo "Psicodelia Digital", al escribir sobre Anathema, del grupo Otolith, en el año 2012. 

No olvidemos que Kodwo Eshun, miembro del grupo Otolith, compartió una oficina con Fisher en Goldsmiths en los 2010s, así como también fué miembro del CCRU, al que a menudo se deja fuera de su historia; como también pasa con Jessica Edwards, una mujer joven de color descrita por Simon Reynolds en el "Reporte Y2K sobre el ccru" como "...la última recluta e investigadora [del CCRU] que solía ser una bailarina profesional en raves y que recientemente había terminado una tesis de licenciatura titulada ´Mapeando lo liminal - Pentecostalismo, chamanismo y Drum n Bass".  

Tampoco olvidemos que Kode9, otro producto del CCRU, recientemente ha descrito el nombre de su sello discográfico Hyperdub como: 

...una especie de término-sombrilla para hablar de la música electrónica del Atlántico Negro que había convergido en la singularidad musical noventera del jungle. Al igual que el inglés ha sido la lingua franca del mundo moderno, la lingua franca de la música electrónica dance [también conocida con el término EDM] es la música del Atlántico Negro. 

(Algo que es más notable hoy en día, en tanto el hip hop se ha convertido en la lingua franca de la música pop en general)

Soy cada vez más de la opinión de que el CCRU no puede ser remotamente entendido sin la consideración del Atlántico Negro de Paul Gilroy, su lucha con las consecuencias culturales del Pasaje Medio, el tráfico y la migración transatlánticos, y la hibridación innata de las nociones nacionales/culturales de raza, que ahondan en las implicaciones de referirse a ciertas corrientes culturales -como el jungle- como "Inglés Negro" o "Americano Negro". Cada vez me frustra más que muy pocos de los que siguen escribiendo sobre el CCRU establezcan esta conexión. 

Yo diría que los discursos de CCRU son un producto de esta misma hibridación Atlántica-Negra, inseparable de la profecía baudrillardiana como lo son de la estética de la Tradición Radical Negra. Y el texto de Fisher de aquella época, al explorar todas estas consideraciones en el contexto de nuestro mundo cibernético, plantea muchas cuestiones pertinentes que no son menos integrales ahora como lo eran en 1999. De hecho, yo diría que son tanto más importantes cuanto que, en lugar de asumir la tarea de pensar el presente en toda su hibridez, de hacer el trabajo comunitario, lo simplificamos reductivamente ad absurdum. Rara vez pensamos -académica, pop-cultural y periodísticamente- como se nos exigía en los años noventa, y de este modo, nunca hemos sido verdaderamente (post)modernos.

Aunque no sea muy fan de Bruno Latour, estoy pensando explícitamente en su texto Nunca hemos sido modernos, donde llama a un pensamiento crítico de (y a través de) la red que no es tan distinto del que exigen Mark Fisher y Simon Reynolds en su enfoque filosófico de la crítica de la música pop: 

"Nuestra vida intelectual está desequilibrada. Epistemología, ciencias sociales, hermenéutica...todas tienen su posición privilegiada siempre que permanezcan separadas... de este modo se ofrece a las disciplinas establecidas redes sociotecnológicas sofisticadas, algunas traducciones hermosas, etc. el primer grupo extraerá nuestros conceptos y arrancará todas las raíces que puedan conectarlos con la sociedad; el segundo borrará cualquier dimensión sociopolítica y purificará nuestra red de cualquier objeto; y el tercero conservará nuestro discurso y retórica pero purgará nuestro trabajo de cualquier adherencia indebida a la realidad. A ojos de nuestros críticos, el agujero de ozono sobre nuestras cabezas, la ley moral en nuestros corazones, el texto autónomo, pueden resultar interesantes, pero sólo por separado. Que una delicada lanzadera [herramienta que se usa para tejer textiles] haya tejido los cielos, la industria, los textos, las almas y la ley moral sigue siendo extraño, impensable, indecoroso,"

Esta es la tarea que nos queda, décadas después. En efecto, con esto en mente, ¿Qué vamos a hacer con las prácticas contradictorias de Watkins Media en particular -su publicación de autores que abiertamente critican al aparheid israelí mientras invierten en infraestrcura tecnológica israelí-? Igual de importante ¿Qué vamos a hacer con el primer genocidio en el ciberespacio? ¿Qué vamos a hacer con la supresión violenta de un pueblo y de la información de sus experiencias? ¿Qué vamos a hacer con la imparable proliferación de la solidaridad pro-Palestina en plataformas digitales que, por lo demás, son cómplices de un sistema que ha hecho que el apartheid siga existiendo, lo cual no es indicativo de nuestra impotente captura, sino más bien una acción esencial que Israel no puede superar? En efecto, qué es esto sino un ejemplo del sueño aceleracionista de Mark Fisher, que "rechaza la idea de que todo lo producido bajo el capitalismo pertenece necesariamente al capitalismo; que sostiene que hay deseos y procesos que el capitalismo da lugar y que alimenta, pero no puede contener, y es la aceleración de esos procesos que empujarán al capitalismo más allá de sus límites."

En los diversos escritos de Fisher, de 1999 a 2016, ésta es la problemática que aborda no tanto como una trampa contradictoria sino más bien como punto de partida para la toma de consciencia política. El ciberespacio es el mundo, el mundo es el ciberespacio. En este mundo proliferan ideas, subjetividades y agencias que son a la vez un producto y un inconveniente de nuestro sistema capitalista. 

La existencia continua del pueblo palestino -contra todo pronóstico- es uno de esos "productos inconvenientes"

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Un tema de conversación que surgió tras este resumen fue le modo en que el "flatline" de Mark Fisher se cruza con esta problemática. Al pensar en el flatline como un plano de inmanencia que no se sitúa entre la vida y la muerte, sino que constituye su relación materialista, pensé en los escritos de Giorgio Agamben sobre la "vida desnuda":

"El término tiene su origen en la observación de Agamben de que los antiguos griegos tenían dos palabras diferentes para lo que en las lenguas europeas contemporáneas se denomina simplemente como ´vida´: bios (la forma o manera en que se vive la vida) y zoo (el hecho biológico de la vida). Su argumento es que la pérdida de esta distinción oculta el hecho de que, en un contexto político, la palabra ´vida´ se refiere mas o menos exclusivamente a la dimensión biológica o zoo y no implíca ninguna garantía sobre la calidad de la vida vivida. La vida desnuda se refiere entonces a una concepción de la vida en la que se da prioridad al mero hecho biológico de la vida sobre la forma en que se vive una vida, con lo que Agamben se refiere a sus posibilidades y potencialidades"

La investigación de Fisher sobre el flatline muestra que la denudez de la ´zoo´ es promiscua, lo que nos hace aún mas susceptibles a la creencia de que los objeton inanimados -o algo parecido a la IA- están "vivos". La difuminación de lo humano y lo maquínico que ha expresado gran parte de la cultura negra atlántica también pone en relieve las implicaciones de la "vida desnuda", aunque desde el otro lado, donde uno toma conciencia de su subsistencia básica para el capital, a medida que la calidad de vida (bios) disminuye y pasa a un segundo plano. 

El ejemplo más memorable de Agamben de "vida desnuda" son los cuerpos desnutridos de los judíos en los campos de concentración: figuras huecas al borde de la inanición que siguen vivas sólo por tecnicismo, que es consecuencia de su deshumanización, pero que también efectúa una mayor deshumanización por parte de aquellos con los que "viven" en los porpios campos, como individuos más allá del punto de salvación. 

¿Cómo se relaciona esta "vida desnuda" con el flatline de Fisher en el contexto de las violentas imágenes de genocidio que han proliferado en las redes sociales durante los últimos dieciocho meses? ¿Cómo entender el corte que se ha hecho en nuetra conciencia al acostumbrarnos a las imágenes de muertos y moribundos junto a la proliferación de información que intenta enfatizar digitalmente la humanidad de quienes sufren? "Todas las grabaciones son fantasmas", declaró Fisher en 2003, y ¿Quién no se ha visto profundamente afectado por las grabaciones de la vida palestina, en toda su vitalidad, que no hacen sino subrayar lo que se ha perdido?

Es en el contexto de Palestina, las redes de amalgamas de propaganda y resistencia, de ficciones isrelíes y hechos genocidas, donde se despliega todo el peso del gótico de Fisher. A pesar de su compromiso con la ficción, esta realidad no está tan lejos de su texto. Más bien, se compromete con la dificultad de pensar la teoría como ficción (y viceversa), de la hibridez de conocimientos necesaria para comprender todo lo que aparece ante nosotros. Sólo tenemos que considerar el creciente número de lectores de una cultura literaria palestina en la que realidad y ficción son inseparables, y en la que la ficción se convierte en un modo de teorizar las biografías palestinas que puede superar la fijación israelí en sus zoo.

Me acuerdo de una charla que dio Adania Shibli, autora de Minor Detail, a finales del año pasado en Newcastle, en la que señalaba cómo la palabra árabe para «literatura» también puede traducirse como «ética». Se trata de una cultura literaria que, de nuevo, puede parecer alejada de las predilecciones ciberpunk de Fisher, pero al igual que el ciberespacio es el mundo, también el papel de Internet en la resistencia y la solidaridad palestinas contemporáneas es imposible de ignorar. El futuro de Palestina es un constructo flatline, y no debemos olvidar esta lectura cuando utilicemos el texto de Fisher por sus críticas al tecnofascismo contemporáneo. Dado que el ciberespacio es el mundo, también lo es el ámbito en el que muchos radicales se curtieron por primera vez. Una infraestructura tecnofascista puede poseer los medios de proliferación, pero no posee todo lo que prolifera.

Palestina existe en el ciberespacio.

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CCRU, «Aclaración»:


La cibernética no trata sólo de máquinas técnicas. La guerra de la información no trata sólo del ciberespacio. Su elemento fundamental es la realidad virtual, pero una serie de religiones prácticas han estado navegando por ella durante muchos milenios. Quizá por eso gran parte de la «nueva ciencia» de la complejidad converge sin cesar con el materialismo cósmico del vudú, el tantrismo, el zen y las artes marciales chinas, señalando influencias no occidentales en la cibernética, y las líneas emergentes de un futuro, más allá de los límites. Situada en este continuo, la guerra de la información se reduce a una guerra de percepciones, hackeos, interferencias y tácticas de sigilo en el sistema nervioso, ya sean las redes telecomerciales planetarias o el organismo humano.

La cibernética incluye la resistencia al ciberfascismo

-Por Xenogothic (Matt Colquhoun)


     

    

    

  


   



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